Terminando el mes de febrero la Dirección
de Tránsito de Bucaramanga emitió la Resolución 003 generando un tremendo
malestar en la comunidad ciclista de la Ciudad Bonita y su área metropolitana.
Una vieja restricción para movilizarse en bici se mantenía en lo fundamental.
De 15 corredores viales prohibidos en 2003 se mantenían 10, y una multa de $
120.000. Tal medida, en medio de una lluvia de comparendos por la aplicación
desproporcionada del nuevo Código Nacional de Policía, azuzó los ánimos de
muchas de las personas que hoy hacen uso de la bicicleta como un medio de
transporte urbano, o lo hacen con fines deportivos y recreativos.
Desde las teorías de la acción
colectiva y los movimientos sociales existe una categoría interesante para leer
algo de lo sucedido en todo este embrollo. La Estructura de Oportunidad Política (Sidney Tarrow) nos indica, y
sugiere, que los contextos políticos inciden o propician acciones colectivas.
Algo evidente con la Resolución de la Dirección de Tránsito. En un efecto de
bola de nieve se fue acrecentando el conocimiento público de la medida y su
correspondiente rechazo. Una movilización masiva de bicicletas fue tomando
forma para los días siguientes.
Era prácticamente un hecho. El
miércoles 6 de marzo para horas de la noche se iba a llevar a cabo -tal vez- la
biciprotesta más multitudinaria y memorable del nororiente colombiano. Una
reacción a penas ‘natural’ ante una reglamentación inaudita, como la llamó un amigo.
Sin embargo, el día que estaba
programada la movilización un comunicado de prensa de la Alcaldía de
Bucaramanga y una nueva resolución de la Dirección de Tránsito daban por
terminado cualquier tipo de restricción para el tránsito de bicicletas en la
ciudad. Grupos de presión de
colectivos y organizaciones de ciclistas en intercambio con la administración
municipal lograron convenir lo que hace un par de días los “estudios técnicos”
no pudieron, ¿voluntad política y la aplicación de la legislación nacional (Ley
1811 de 2016) era lo que hacía falta?
Lo cierto es que una avalancha
de ciudadanía en bicicleta iba a recorrer Bucaramanga en manifestación ante
las 10 restricciones que permanecerían vigentes. Más que una protesta contra
una prohibición, era el rechazo a una medida que le cerraba el camino a una
movilidad limpia, sostenible y saludable, en un mundo que la necesita
urgentemente. Semejante torrente de protesta no era conveniente en víspera
electoral. La politiquería oportunista también monta en cicla, y el
gobierno municipal, auspiciador de la Estrategia de la Bicicleta, no podía contradecirse,
ni dar semejante papayazo.
Una decisión obtusa de la
Dirección de Transito desencadenó un malestar colectivo presto a convertirse en
acción de protesta; la presión creciente de la opinión pública y una
negociación tras bambalinas entre la administración y los grupos de presión
desembocó en nueva resolución, sin ninguna restricción. Muchos de aquellos que había convocado y
adherido a la movilización se bajaron de la bici, y lo hicieron en silencio,
otros propusieron mantener la pedaleada, ahora como un acto de festejo.
El triunfo de la ciudadanía iba a
ser un hecho. La oportunidad política
estaba dada para que un ejercicio de ciudadanía activa, en un gran acto de
manifestación pública, con la posibilidad de mantener en la memoria colectiva
el 6 de marzo como el día que se tumbaron las restricciones y estimular así el imaginario compartido de que la participación ciudadana es definitoria de los asuntos públicos, se
deshizo. Solo faltaba que la gente se tomara la foto. Le arrebataron el triunfo
a la ciudadanía y se lo otorgaron a la burocracia.
Posdata: en lo que quedó de la
biciprotesta, brillaron por su ausencia los colectivos de ciclistas urbanos, aquellas
y aquellos que han optado consciente, y apasionadamente, por subirse a la bici
a reivindicar una movilidad no exclusiva para los automóviles. Si los
movimientos sociales son las sociedades
en movimiento, vaya que este tipo de movimientos le hacen
falta a La Bonita.
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